Guardo lluvia en el pelo, en el abrigo, en las zapatillas y en los párpados por si algún día la necesito. Almaceno frío en mi piel, en mis músculos y en mis huesos para que seas tú el que produzca el deshielo. O el incendio, como tú prefieras.
Cuando ando por el camino al que llamamos vida, soy capaz de vislumbrar cada fibra de tu ser. Y no es coña. Me imagino que cada nube es una célula de tu cuerpo y que el cielo en su conjunto es tu piel; tú.
De esa forma, cuando miro al cielo, te pienso. Y cuando el frío roza mi piel, te siento. Y cuando la gota de lluvia que cae recorre mis mejillas lentamente para acabar en mis labios, me besas.
Cuando ando por el camino al que llamamos vida, soy capaz de vislumbrar cada fibra de tu ser. Y no es coña. Me imagino que cada nube es una célula de tu cuerpo y que el cielo en su conjunto es tu piel; tú.
De esa forma, cuando miro al cielo, te pienso. Y cuando el frío roza mi piel, te siento. Y cuando la gota de lluvia que cae recorre mis mejillas lentamente para acabar en mis labios, me besas.